Gene
Tierney pertenece a un “grupo” de actrices que son tan hermosas que a nadie
le importa realmente si pueden o no actuar, o si lo hacen bien. Es suficiente
que permanezcan en pose, y se muestren deseables. Fue el público el que la convirtió
en una estrella. En sus primeros años en el cine, Gene Tierney era un estrellita
joven que lucía sexy y atractiva, una más de las tantas que abundaban en el
Hollywood de esa época. Pero no tardó mucho en manifestarse ese “algo”, que
en la jerga del cine es más importante poseer que la habilidad misma, que la
transformó en una verdadera estrella y la distinguió del resto. La sensualidad
demostrada en películas como Laura (Laura, 1944) o en The
Razor's Edge (El filo de la navaja, 1946) ha sido pocas veces igualada
en la historia del cine. No importaba que fuera buena o mala –o regular- en
sus interpretaciones, simplemente, iluminaba con su presencia la pantalla de
tal forma que toda crítica destructiva para con ella se transformaba en un mero
detalle. El paso del tiempo no hizo otra cosa que aumentar la fascinación de
esta mujer, y un halo de “experiencia” de alguien que ha vivido lo suficiente
estaba siempre latente.
Nació en Brooklyn, Nueva York, el 19 de noviembre de 1920, hija de un acaudalado
hombre de negocios, posición que le permitió acceder a una excelente educación,
en Connecticut y en Suiza. En una reunión de sociedad conoció al director Anatole
Litvak, quien, impresionado por su belleza y magnetismo, la recomendó a directivos
de la Warner Bros. y Columbia, y para ellos realizó diferentes pruebas cinematográficas,
pero ninguna pareció convencerlos.

Sin embargo, la Fox detectó algo potencial en la Tierney, y
decidió ofrecerle un largo contrato de exclusividad, prometiéndole mejores papeles.
Así, le dieron el rol de la rebelde Belle Starr (La indómita, 1941),
junto a Randolph Scott y Dana Andrews, y la película tuvo una buena acogida.
Pero no sólo la Fox estaba impresionada con el nuevo descubrimiento: también
la Artistas Unidos solicitó sus servicios, y le dio papeles de muchacha nativa
en las producciones Sundown (Cuando muere el día, 1941) y The
Shanghai Gesture (La pecadora de Shanghai, 1941). La Fox, para no ser
menos, le ofreció un papel similar en Son of Fury (El hijo de la furia,
1942), y aunque las críticas sobre sus interpretaciones en las tres
películas no fueron del todo elogiosas, bastaron para estabilizar su carrera
y convertirla poco a poco en una estrella en ciernes.


Luego, voluntariamente, Gene Tierney se internó en una institución para pacientes
con trastornos mentales, en Idaho. Hacía ya un largo tiempo que la actriz no
se sentía bien, y era blanco de súbitos ataques de pánico. Las causas parecen
haber sido varias, pero todo parecía indicar que Gene nunca pudo superar el
hecho de que su primera hija (que tuvo con su diseñador de vestuarios, Oleg
Cassini) hubiera nacido con retraso mental, debido a que, durante el embarazo,
Tierney se contagió de rubéola de una admiradora que la besó efusivamente en
la mejilla. Otros, dicen que no pudo superar la ruptura de su noviazgo con el
príncipe. Por muchos años estuvo alejada por completo del cine, y sus admiradores
esperaban ansiosos su retorno.
La Fox le ofreció varios papeles, pero Gene no se sentía cómoda con ellos.
A la vez, en 1960 contrajo matrimonio con un millonario petrolero, por lo que
su retorno a la pantalla parecía cada vez más lejano. Decidida a complacer al
estudio que tanto había hecho por su carrera, aceptó papeles secundarios en
Advise and Consent (Tormenta sobre Washington, 1962) y The
Pleasure Seekers (En busca del placer, 1964), donde se notaba en ella
el paso de los años y alguna que otra secuela de su enfermedad. En definitiva,
no se sintió interesada en seguir filmando, por lo que decidió retirarse.
En sus últimos años, se mantuvo muy activa escribiendo en un diario de Houston
acerca de sus propias investigaciones para el estudio de la salud mental, y
organizó varias cruzadas a favor de los niños que requieren educación especial.
Se sentía inmensamente feliz con la posibilidad de ayudar a quienes, como ella,
sufrían padecimientos similares. Finalmente, falleció de enfisema el 6 de noviembre
de 1991.
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