Segunda incursión de van Dyke
en las peripecias de ese peculiar matrimonio ideado por Hammett que
componen Nick Charles y su esposa, la considerablemente rica y
sofisticada Nora. El enorme éxito de crítica y público que había
cosechado su predecesora ("The thin man", 1935) tuvo como consecuencia
numerosas continuaciones, las cuales, con mayor o menor fortuna,
mantuvieron siempre una considerable calidad.
La base de estas películas, motivo de su aceptación generalizada, es la afortunada mezcla de géneros que consiguen, siendo modelos tempranos de futuras comedias detectivescas o policiacas, si bien en contados casos han alcanzado el nivel de las aquí comentadas. Mientras que en las novelas de Hammett la magia surgía del choque de caracteres y mundos que encarnaban Nick y Nora (desarrollando una ironía más amarga, menos cómica), en los filmes se optó por adoptar un tono ligero, siempre humorístico y desmitificador, directamente tomado de las "screwball comedies", en auge durante los años treinta.
Así, lo que menos importa es la trama policiaca, generalmente enrevesada, desconcertante y no pocas veces incongruente, ya que lo que se persigue es, fundamentalmente, lucir el humor que desprende la pareja protagonista, bien auxiliada por su perro y por una amplia galería de personajes y situaciones, que ocupan su siempre ajetreada y desordenada vida social. Por tanto se trata de una película coral, en la que interpretaciones y guión resultan fundamentales, siendo ambos apartados tan brillantes o más que en la entrega precedente (la inesperada fiesta del comienzo y la reunión familiar contienen gags muy buenos), con una química perfecta en la pareja protagonista y unos diálogos estupendos. A ello contribuyó el mantenimiento del mismo equipo que había trabajado en "The thin man", con la única y lamentable excepción del director de fotografía, que había sido el gran James Wong Howe, al que sí se le echa de menos.
En conjunto, un filme sumamente fresco y divertido que explota y en ocasiones mejora una fórmula ya ensayada, y que tiene en la agilidad e ironía del guión y en el trabajo del reparto -con un joven James Stewart- sus mejores bazas.
La base de estas películas, motivo de su aceptación generalizada, es la afortunada mezcla de géneros que consiguen, siendo modelos tempranos de futuras comedias detectivescas o policiacas, si bien en contados casos han alcanzado el nivel de las aquí comentadas. Mientras que en las novelas de Hammett la magia surgía del choque de caracteres y mundos que encarnaban Nick y Nora (desarrollando una ironía más amarga, menos cómica), en los filmes se optó por adoptar un tono ligero, siempre humorístico y desmitificador, directamente tomado de las "screwball comedies", en auge durante los años treinta.
Así, lo que menos importa es la trama policiaca, generalmente enrevesada, desconcertante y no pocas veces incongruente, ya que lo que se persigue es, fundamentalmente, lucir el humor que desprende la pareja protagonista, bien auxiliada por su perro y por una amplia galería de personajes y situaciones, que ocupan su siempre ajetreada y desordenada vida social. Por tanto se trata de una película coral, en la que interpretaciones y guión resultan fundamentales, siendo ambos apartados tan brillantes o más que en la entrega precedente (la inesperada fiesta del comienzo y la reunión familiar contienen gags muy buenos), con una química perfecta en la pareja protagonista y unos diálogos estupendos. A ello contribuyó el mantenimiento del mismo equipo que había trabajado en "The thin man", con la única y lamentable excepción del director de fotografía, que había sido el gran James Wong Howe, al que sí se le echa de menos.
En conjunto, un filme sumamente fresco y divertido que explota y en ocasiones mejora una fórmula ya ensayada, y que tiene en la agilidad e ironía del guión y en el trabajo del reparto -con un joven James Stewart- sus mejores bazas.
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