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domingo, 2 de octubre de 2011

Garbo era el art decó



No quiso envejecer ante los ojos del público que la había admirado. Por eso pasó casi las últimas cinco décadas de su vida en el retiro y el misterio, sin apariciones públicas y acrecentando el mito que había construido desde las pantallas. Greta Garbo consiguió conservar la condición de estrella en el cine mudo cuando llegó el sonido, transición que segó más de una brillante carrera en el mundo del cine. Sin embargo, cuando aún no había cumplido los 40 años, se retiró de los sets de filmación y nunca más participó de la agitada vida de las luminarias del espectáculo.Greta Lovissa Gustafsson había nacido en Estocolmo el 18 de setiembre de 1905, en el seno de una familia pobre. La niña quedó huérfana a los 14 años, y poco después aprobó el examen de ingreso a la Academia Real de Arte Dramático. Mauritz Stiller, uno de los grandes nombres del cine sueco, la lanzó como actriz y la llevó con él cuando se mudó a Hollywood. El éxito casi instantáneo y la popularidad llegaron cuando ya había cambiado su nombre por el de Greta Garbo, y en EEUU la bautizaron “La divina”. La nueva etapa del cine no significó otra cosa que más trabajo para Garbo. Filmó 14 películas con sonido, de entre las cuales se destacan “Ana Karenina”, “Margarita Gauthier” y “Ninotchka”. Esta fue la penúltima producción, y luego de ella Garbo esperó dos años para rodar la que marcaría su despedida, “La mujer de dos caras”, que fue un fracaso comercial. Comenzó entonces su larga reclusión. Adoptó la nacionalidad norteamericana en 1951, y el 15 de abril de 1990 murió en Nueva York, adonde se había trasladado años antes.


Excéntrica, liberal, independiente, excesiva, exuberante, diletante, fría, sofisticada, deslumbrante, narcisista, moderna, autoritaria, esnob, insolente, ingeniosa, hedonista, La Garbo era el art decó en el Hollywood del glamour.


Garbo mito de la divinidad

Su irrupción en Hollywood, tras cambiarse el nombre con el que nació en Suecia el 18 de septiembre de 1905, fue un cambio radical respecto a la imagen que se potenciaba en el cine americano de los años veinte, con heroínas débiles en búsqueda de protección.Y Garbo estaba a años luz de esa imagen, de ahí que llamara la atención ya en su primera película americana, “ Torrent ” (1926) , basada en la novela “ Entre naranjos ” , del español Vicente Blasco Ibáñez.Esta primera incursión en el cine estadounidense demostró el magnetismo de la actriz en la pantalla y la razón por la que se había convertido en la mayor estrella de Suecia a sus 21 años y con sólo tres filmes en su haber.Había llegado al cine por casualidad. Tras la muerte de su padre, cuando ella tenía 14 años, se vio obligada a dejar la escuela y a buscar un trabajo que encontró en unos grandes almacenes, donde pronto la utilizaron como rostro para sus campañas publicitarias.Entre 1920 y 1922 participa en dos cortos y dos largos pero es en 1924 cuando da el primer verdadero paso en lo que sería una carrera meteórica en el cine.Es fichada por el famoso director finlandés Mauritz Stiller -responsable de su cambio de nombre- para “ La leyenda de Gosta Berling ” , que fue la cinta que le abrió las puertas de Hollywood a través de su contrato con la Metro Goldwyn Mayer.Ya asentada en California, tras “ Torrent ” llegarían “ The temptress ” (1926) ; “ Flesh and the devil ” (1926) o “ The divine woman ” (1928) , con la que se ganó el sobrenombre de “ divina ” que la acompañaría para siempre.Cautivó a los espectadores desde el cine mudo, un silencio que aplicó también a su vida privada, de la que poco o nada se sabía en una época en la que la vida de los actores de Hollywood era el principal entretenimiento de las revistas.Y si en el cine mudo cimentó su carrera, fue el sonoro, con el descubrimiento de su grave voz el que confirmó su estatus de estrella. “ ¡La Garbo habla! ” fue la frase de promoción de su primer filme “ hablado ” , “ Anna Christie ” , que le valió su primera nominación al Óscar.Conseguiría otras tres pero sin triunfo alguno, lo que la asemeja a otras grandes estrellas e iconos de la gran pantalla, como Marlene Dietrich, Rita Hayworth o Marilyn Monroe.Hollywood sólo le concedió una postrera estatuilla en honor a su carrera, en 1955, que ni siquiera acudió a recoger al estar ya apartada del mundo de las estrellas.Un reconocimiento artístico que nunca acompañó al éxito de sus películas -como “ Grand Hotel ” (1932) , “ Queen Christina ” (1933) , “ The Painted veil ” (1934) , “ Anna Karenina ” (1935) , “ Camille ” (1936) o “ Ninotchka ” (1939) - o a sus “ astronómicos ” sueldos para los estándares del momento -llegó a cobrar 500.000 dólares por trabajo-.Ella misma reconoció: “ Mi talento está dentro de límites muy definidos. No soy tan versátil como actriz como algunos piensan ” .A pesar de ello, su magnetismo parece no tener fin.Este año se ha organizado en Milán una exposición bajo el título “ El misterio del estilo ” , que exhibe buena parte de los zapatos y el guardarropa utilizados por la actriz durante su carrera.Los libros sobre su vida no dejan de aparecer, buscando detalles íntimos desconocidos y, a poder ser, escandalosos.Su supuesta bisexualidad y su supuesta relación con otra de las grandes divas, Marlene Dietrich, son dos de los temas más repetidos, quizás porque la Garbo nunca mostró al público su vida personal.“ Mi vida se ha desarrollado a través de escondites, puertas traseras, ascensores secretos y todas las maneras posibles de pasar desapercibida ” , afirmó en una de las pocas entrevistas que concedió.Un aislamiento que la acompañó durante toda su vida y que contrasta con el interés que aún hoy despierta su figura.

Quiero estar sola

Distante, misteriosa, solitaria, bella, pero, sobre todo, divina.


Greta Garbo, un mito forjado en solo dos décadas de interpretaciones, sigue siendo objeto de admiración y análisis.


El 15 de abril de 1990 murió, a los 84 años, Greta Lovisa Gustafsson, la mujer que desde 1941, con apenas 36 años, se había escondido en un anonimato que le permitió descansar del escrutinio público y de tener que ser siempre “la divina” Greta Garbo.


Quiero estar sola”, fue la única y lapidaria frase que la Garbo pronunció cuando sorprendió al mundo cinematográfico con una prematura retirada, en su mejor momento, siendo la estrella mejor pagada de Hollywood y, sobre todo, la más admirada e imitada.

Una admiración basada en el misterio que siempre la rodeó, fomentado con un aire frío y distante, ganándose el apelativo de “la que nunca se ríe”. Su irrupción en Hollywood, tras cambiarse el nombre con el que nació en Suecia el 18 de septiembre de 1905, fue un cambio radical respecto a la imagen que se potenciaba en el cine americano de los años veinte, con heroínas débiles en búsqueda de protección.

Lo que les haría a las estrellas



En una entrevista de 1939, Hitchcock, que entonces cerraba su etapa británica y empezaba su carrera en Hollywood, lo tenía claro con respecto a La Garbo.


El, que entonces tenía un futuro ominoso ante sí y todo lo que podía hacer era frotarse las manos como un niño ante una mesa llena de pasteles, sólo que los pasteles en este caso eran los actores y actrices con los que quería trabajar.


Hitchcock decía:


"Para la Garbo no me molestaría en elaborar mi trama enrevesada de costumbre. Elegiría una historia muy sencilla sobre la vida y el amor y tendría que dirigir lo menos posible, utilizando la cámara meramente como vehículo para la caracterización de la actriz. Cuanto más grande es el artista menos ingenio directorial es necesario".


Lo siento, Hitch, la divina ya tenía pensado retirarse antes de que el público pudiera detectar una sola arruga en su rostro.

La Divina



“La Divina” vino al mundo en Estocolmo, Suecia en el seno de una familia humilde. Su verdadero nombre era Greta Lovisa Gustafsson. Su padre falleció cuando ella tenía catorce años y se vio obligada a trabajar para ayudar económicamente a su madre y a sus hermanos. Debido a su gran belleza fue elegida para aparecer en las campañas publicitarias de los almacenes Pub de Estocolmo, esto la llevó a realizar dos cortometrajes publicitarios para la misma cadena; pronto, el director, Eric Petscher, le daría una pequeña oportunidad en su producción Luffar-Petter (Pedro el Tramposo) en el año 1922 y La Garbo se haría acreedora a una beca para estudiar arte dramático en la Escuela de Drama de Estocolmo.

Sería en 1924 cuando La Garbo tuviera su gran oportunidad al protagonizar La leyenda de Gosta Berling de Mauritz Stiller, esto le resultaría en un contrato con la MGM en Estados Unidos, donde realizó varias películas mudas, como: El Torrente, Amor y La mujer ligera. Con la llegada del cine sonoro, la carrera de La Garbo cobró mayor fuerza; apoyada por su marcado acento sueco y su enigmática mirada realizó filmes memorables como Mata Hari, La reina Cristina de Suecia y Anna Karenina. Fue nominada al Oscar como mejor actriz en 1930, 1932, 1937 y 1939, pero nunca recibió una estatuilla.

Cuando parecía que su imagen comenzaba a decaer, La Garbo volvió a sorprender a todos con dos extraordinarias comedias: Ninotchka yLa mujer de dos caras. Conocida por su semblante serio, fue apodada “La mujer que no ríe”, su vida estuvo siempre llena de un halo de misterio y de preguntas que jamás intentó responder ni aclarar. Prefirió siempre el anonimato y se retiró del cine a los 36 años. A partir de entonces intentó por todos los medios pasar desapercibida, sin éxito. Tenía una fuerte rivalidad con Marlene Dietrich. Su rostro es considerado, hasta la fecha como el más perfecto de la pantalla grande.

El secreto de la Garbo




Se decía que era tan tímida que ni siquiera acudiría a su propio entierro. Se llamaba Greta Garbo y, aunque su verdadero nombre era otro, todo el mundo la conocía como la Divina. Había llegado a Hollywood desde las frías tierras escandinavas y muy pronto atrajo la atención por su voz bronca, de una virilidad desconcertante y también por el escalofrío que se reflejaba en sus ojos, negros y de una calidad cercana a la pólvora. Sin embargo, sobre todo lo demás, la Divina destacó por poseer una misteriosa sonrisa. De una dureza atemorizante. Entre otros muchos, el fotógrafo Cecil Beaton confesó que contemplar a la Garbo tras el objetivo de una cámara era como estar presenciando las más remotas profundidades del rostro humano. El crítico Kenneth Tynan dijo de ella que lo que uno ve en otras mujeres estando borracho, lo encuentra en la Garbo estando sereno. Y Juan Marsé, que la conoció en persona, dejó escrito que era alta, de hombros un poco demasiado anchos y senos discretos y con un escalofrío pectoral como si andara resfriada. En resumidas cuentas, la Garbo no pasaba inadvertida. Era como un trozo de hielo al fondo de la copa vacía. Siempre a la espera del licor que la derritiese.

El rostro de la Garbo


Como momento de transición, el rostro de la Garbo concilia dLa Garbo aún pertenece a ese momento del cine en que el encanto de un rostro humano perturbaba enormemente a las multitudes, cuando uno se perdía literalmente en una imagen humana como dentro de un filtro, cuando el rostro constituía una suerte de estado absoluto de la carne que no se podía alcanzar ni abandonar. Algunos años antes, el rostro de Valentino producía suicidios; el de la Garbo participa todavía del mismo reino de amor cortés en que la carne desarrolla sentimientos de perdición.


Se trata sin duda de un admirable rostro-objeto. En La reina Cristina, película que se ha vuelto a ver estos años en París, el maquillaje tiene el espesor níveo de una máscara, no es un rostro pintado, sino un rostro enyesado, defendido por la superficie del color y no por sus líneas; en esa nieve a la vez frágil y compacta, los ojos solos, negros como una pulpa caprichosa y para nada expresivos, son dos cardenales un tanto temblorosos.En su enorme belleza, ese rostro no dibujado sino más bien esculpido en la lisura y lo frágil, es decir, perfecto y efímero a la vez, incorpora la cara harinosa de Chaplin, sus ojos de vegetal sombrío, su rostro de tótem.

Pero la tentación de la máscara total (la máscara antigua, por ejemplo) tal vez implique menos el tema del secreto (caso de las semimácaras italianas) que el de un arquetipo del rostro humano. La Garbo mostraba una especie de idea platónica de la criatura y esto explica que su rostro sea casi asexuado, sin que por ello resulta dudoso. Es cierto que la película (alternativamente, la reina Cristina es mujer y joven caballero) se presta a esa indivisión, pero allí la Garbo no realiza ninguna actuación de travesti: siempre es ella misma, siempre lleva bajo su corona o bajo sus grandes sombreros gachos el mismo rostro de nieve y soledad.


Es indudable que su sobrenombre de Divina apuntaba menos a traducir un estado superlativo de la belleza que a la esencia de su persona corporal, descendida de un cielo donde las cosas se conforman y acaban con la mayor pureza. Ella lo sabía; cuántas actrices han consentido en dejar ver a la multitud la inquietante madurez de su belleza. Ella no: no era posible que la esencia se degradara, hacía falta que su rostro no tuviera jamás otra realidad que la de su perfección intelectual, más aún que plástica. Poco a poco, la esencia se ha oscurecido, se ha cubierto progresivamente con anteojos, capellinas y exilios, pero jamás se ha alterado.

Sin embargo, en ese rostro deificado se dibuja algo más agudo que una máscara: una suerte de relación voluntaria y por lo tanto humana entre la curvatura de las fosas nasales y el arco ciliar, una función extraña, individual, entre dos zonas de la cara; la máscara no es más que una adición de líneas, el rostro es ante todo la recordación temática de unas a otros. El rostro de la Garbo representa ese momento inestable en que el cine extrae una belleza existencial de una belleza esencial, cuando el arquetipo va a inflexionarse hacia la fascinación de figuras perecederas, cuando la claridad de las esencias carnales va a dar lugar a una lírica de la mujer.



Ann Dvorak



Ann Dvorak (2 de agosto de 1911 - 10 de diciembre de 1979 ) fue una actriz de cine estadounidense.


Biografía

Nació en la ciudad de Nueva York. Hija de dos actores de vodevil. Su padre, Edwin Mckim trabajó como director en los estudios Lubin y su madre, Anna Lehr, tuvo éxito como estrella de algunas producciones mudas. La pareja se separó cuando Ann tenía cuatro años, y ella y su madre se mudaron a Hollywood.

De niña, participó en varias películas. Al final de los años veinte, comenzó trabajando para los estudios MGM como profesora de baile y apareció en alguna de las películas como corista. Su amiga, Joan Crawford le presenta a Howard Hughes, quién le prepara como actriz dramática. Tuvo éxito en películas como Scarface (1932) con Paul Muni, Three on a Match (1932), Love is a Racket (1932) con Bette Davis y Joan Blondell, y en Sky Devils (1932) con Spencer Tracy.

Fue conocida por su estilo y elegancia. Durante los años treinta trabajó para los estudios Warner Brothers. Una discusión acerca de su sueldo (se enteró que ganaba lo mismo que el niño que hacía de su hijo en Three on a Match) hizo que su contrato quedara en suspenso permanente, y empezó a trabajar por libre, pero aunque lo hacía regularmente, los papeles que le ofrecían no eran de tanta calidad. También trabajó en Broadway. Con él que era su esposo entonces, el actor inglés Leslie Fenton, viajó a Inglaterra y trabajó como conductora de ambulancias durante la guerra. También participó en varias películas inglesas.

Se retiró de la pantalla en 1951, cuando se casó con su tercer y último marido, Nicholas Wade. Estuvieron casados hasta la muerte de Nicholas en 1977. Ann no tuvo hijos.

Vivió sus años de retiro en el anonimato hasta que murió en 1979, a los 68 años, de cáncer de estómago, en Honolulu.

Tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood por su contribución a la industria del cine.


Greer Garson

Pelirroja actriz de origen británico que brilló especialmente en el Hollywood de los años 40. Eileen Evelyn Greer Garson nació en el seno de una familia de clase media el 29 de septiembre de 1903 en Londres (Gran Bretaña). Sus padres se llamaban George, quien falleció cuando Greer tenía solamente dos años, y Nina Greer Garson.


Tras estudiar en Londres magisterio y ampliar con muy buenas calificaciones sus estudios en la Universidad francesa de Grenoble, Greer decidió no emprender su carrera como profesora y comenzó a trabajar en una agencia de publicidad al mismo tiempo que iniciaba una trayectoria como actriz teatral en la segunda mitad de la década de los años 20.

Sus espléndidas actuaciones londinenses llamaron la atención de Louis B. Mayer, quien le propuso firmar un contrato con la Metro Goldwyn Mayer tras verle actuar en la obra "Old Music".

En la Metro debutó en el año 1939 con "Adios, Mr. Chips" (1939), un film dirigido por Sam Wood que estaba co-protagonizado por Robert Donat. También el mismo año Garson estrenó la comedia "Remember" (1939), una película dirigida por Norman Z. McLeod en la que Greer compartía protagonismo con Robert Taylor.

Por su trabajo en "Adios, Mr. Chips" logró ser nominada al Oscar (ganó Vivien Leigh por "Lo que el viento se llevó") y se convirtió en la revelación interpretativa del año.

La década posterior fue un periodo espléndido para su carrera. Su talento y elegancia interpretativa fueron manifiestas en películas dirigidas por Robert Z. Leonard, como "Más fuerte que el orgullo" (1940); por Mervyn LeRoy, como "De corazón a corazón" (1941), “Niebla en e pasado” (1942) y “Madame Curie” (1943); por William Wyler, en la recordada "La señora Miniver" (1942); por Tay Garnett, en "La señora Parkington" (1944) y "El valle del destino" (1945); o por Jack Conway en "Julia se porta mal" (1948).

Por "La señora Miniver", Greer logró el premio Oscar. A la estatuilla optó seis veces más. Además de "Adios, Mr. Chips" (1939), fue candidata al Oscar por "De corazón a corazón" (1941), "Madame Curie" (1943), "La señora Parkington" (1944), "El valle del destino" (1945) y quince años después por "Sunrise at Campobello" (1960), una película en la que interpretaba a Eleanor Rooselvelt.

En los años 40 y 50 formó una popular asociación con el actor Walter Pidgeon, con el que compartió títulos de crédito en nueve ocasiones: "De Corazón a Corazón" (1941), "La señora Miniver" (1942), "The Youngest Proffesion" (1943), "Madame Curie" (1943), "La señora Parkington" (1944), "Julia se porta mal" (1948), "La dinastía de los Forsyte" (1949), "The Miniver Story" (1950) y "Scandal at Scoury" (1952).

La década de los 50 supuso un paso atrás en su trayectoria cinematográfica, ya que no consiguió el éxito esperado con la revisitación de los Miniver en "The Miniver Story" (1950) de H. C. Potter, ni con otros títulos de mediana calidad, exceptuando claro está la adaptación shakesperiana de "Julio César" (1953), un título dirigido por Joseph L. Mankiewicz.

En 1954 salió de la Metro y poco a poco fue desapareciendo de los sets de Hollywood para vivir confortablemente con su tercer marido, el magnate del petróleo Buddy Fogelson.

Después de intervenir en pocas producciones durante los años 50 y 60, Greer Garson se retiró del cine tras su aparición en la película de los estudios Disney. "El más feliz millonario" (1967), co-protagonizada por otra gloria de los años 40, Fred MacMurray.

A partir de ese momento, Greer ocupó su tiempo en ayudar a los más necesitados colaborando con entidades benéficas y culturales al lado de su último marido.Anteriormente había estado casada con Edwin A. Snelson de 1932 a 1937 y con el actor Richard Ney, con quien contrajo matrimonio en 1943 para divorciarse en 1947. Ney intervino en "La señora Miniver" (1942) y allí se enamoraron (él interpretaba a su hijo mayor). También se le puede ver en películas como "Juana de Arco" (1948) de Victor Fleming, "The Late George Apley" (1949) de Mankiewicz o "La obsesión" (1962) de Roger Corman.

Greer quedó viuda en 1987, muriendo posteriormente el 6 de abril de 1996 en Dallas, Texas. Tenía 92 años.