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sábado, 14 de julio de 2012

La caja de Pandora (Lulú)

Pabst no es ni Lang ni Murnau. Pero es un director interesante que maneja con destreza los hilos del expresionismo. Los gestos, las miradas, la fuerza de la mano que oprime el brazo, la caricia femenina, los dedos que se abren y la navaja que se desprende...

Como buena película muda, hacen falta muy pocos rótulos literarios. Los justos y precisos para seguir una acción cuyo eje central se sitúa en la figura de Lulú y sus costumbres ligeras, su altamente perniciosa seducción y sus ojos sumisos capaz de llevar a los hombres (y las mujeres) al suicidio. Esos son sus poderes. Esa es la fuerza capaz de destapar la caja de Pandora y derramar a su alrededor un destino amargamente fatal. Porque esta es la lectura íntima del film, el mal y la fatalidad como compañeros de viaje.

El acto tercero con su ajetreo entre las bambalinas del espectáculo de varietés, es un portento de filmación cinematográfica. Es uno de los puntos culminantes en una película rompedora y atrevida (evidentemente para la época) que supuso el encumbramiento de Louise Brooks como actriz reconocida y que dejó en cierto modo en la recamara a una Marlene Dietrich en quien se pensó para el papel y que en mi opinión, hubiese dado perfectamente la talla. Pero la Brooks lo hace bien y se lo reconozco.

Estamos delante de una gran película, y este es un hecho que se reconoce cuándo se encuentra. ¿Cuáles son sus cualidades? . Pues es bien sencillo de describir, pero nada fácil de llevar a la práctica; un buen guión, una trama trepidante y consistente, un montaje preciso, y un elenco de actores que estén a la altura, en especial Louise Brooks, que realiza una meritoria interpretación. Si el film es mudo o no, eso es lo de menos. De ahí otro de sus grandes méritos, porque no hay que olvidar que esta fechada en 1928, y a pesar de ello posee una factura totalmente actual.

Los rostros, los planos, la escenografía y la luz, expresan en esta película el drama puro del cine. El tema mismo es intrascendente. El hecho de que no podamos escuchar la voz de los personajes, confiere a la cinta un grado de extrañeza que se transfiere, por ocultas vías, al goce estético. Es lo que hace del cine mudo un gran instrumento expresivo, no siempre aprovechado, por lo demás.

Dice Baudrillard:

Nos acercamos cada vez más a eso que llaman la «alta definición» de la imagen, es decir, a la perfección inútil de la imagen. A fuerza de ser real, a fuerza de producirse en tiempo real, mientras más lograda la definición absoluta, la perfección realista de la imagen, más se pierde el poder de la ilusión. 

Basta pensar en un teatro como la ópera de Pekín, antes. Cómo en una escena de barcas en un río, con el solo movimiento de los cuerpos se adivina el río, se adivina el movimiento del río; o cómo en una escena de un duelo, los dos cuerpos, sin siquiera tocarse, simplemente rozándose, dan la idea, la visión escénica de la oscuridad en la que se desenvuelve el duelo. En estos casos la ilusión es total e intensa, y es más que estética: es una especie de éxtasis físico, justamente porque se ha obviado la presencia realista del río o de la noche, y sólo los cuerpos se encargan de la ilusión natural. Hoy, esto se representaría con toneladas de agua en el escenario, o bien se filmaría el duelo en infrarrojo, etcétera
(Baudrillard, La ilusión y la desilusión estéticas)

Cuando el rostro del actor principal mismo irradia luz (como en el caso de Louise Brooks), la mudez de la película pasa a convertirse en una apreciable ventaja. La densidad de la expresión artística, se logra, como bien dice Baudrillard, por omisión y no por adición. Un caso ideal sería La Jetée, de Chris Marker, hecha únicamente en base a cuadros fijos. Nunca se ha dicho tanto con tan poco en la historia del cine.

Cuando convivíamos con los dioses hubo una primera mujer en la tierra, nació a petición de Zeus, movido por la necesidad y dependencia de algo tan horrible como la venganza. Fue creada a partir de barro y todos los dioses le concedieron dones para destacar sobre el resto, era bella, sabia e ingeniosa, pero no perfecta. La curiosidad era su principal destello, Zeus lo sabía, así lo quiso por expreso deseo. Esta nueva compañera de la humanidad era un castigo para Prometeo, pero fue otro, su hermano Epimeteo quien aceptó este envenenado regalo. Junto con Pandora, nombre que le dieron por su significado "todos los dones" venía una caja y una advertencia, nunca, por ningún motivo debía abrir esa caja, era todo lo que necesitaba conocer.

Pero vengativos dioses, hay reglas que resultan imposibles de cumplir cuando la caja palpita junto a su pecho y esconde secretos irreconocibles.

Pandora abrió la caja, y con ella condenó a la humanidad a vivir. A vivir como conocemos la existencia. Cerró la caja justo cuando la esperanza estaba también por escapar. A Pandora se recurre cuando la esperanza es nuestro último recurso. En Pandora nos escudamos para comprender la culpa. En ella pienso cuando otra caja quiero abrir.

Lulú es una particular Pandora. Caprichosa, coqueta, irracional, de gran belleza, sonrisa seductora. Siempre se sale con la suya, domina a los hombres según su necesidad, disfruta del amor propio y del ajeno, su mirada desprende lujuria y sus intenciones nunca van más allá de disfrutar el ahora, un torbellino de pasiones desatadas, de dones entremezclados. Tan cálida como fría. Una mujer creada en este mundo para ser la tentación de todo hombre que se acerque a su hipnótico aspecto. Es la mujer que los hombres desean poseer y temen conseguir.

Lulú nos transmite durante diez actos una vida llena de altibajos, donde su protagonismo destaca con sus vaporosos vestidos y su desenfrenada visión de la diversión, pues a cada momento termina partiendo el corazón de los hombres que se atreven a amarla y ella siempre sale victoriosa de cualquier percance que pueda suceder en su vida.

Vital, llamativa y provocadora, una película que se adelanta a los acontecimientos, una mujer que rebasa estos calificativos. Creada por dioses, para no olvidar.

SIPNOSIS:  Lulú (Louise Brooks) es mujer ambiciosa y sin moral que usa a los hombres a su voluntad. Desinhibida y atractiva, el aprovechamiento de sus encantos conllevará también sus peligros. Obra mayor del expresionismo que encumbró a Louise Brooks, una joya del cine mudo que adaptó magistralmente la obra teatral "Lulu" de Wedeking.

TÍTULO ORIGINAL Die Büchse der Pandora
AÑO 1928




DIRECTOR Georg Wilhelm Pabst (AKA G.W. Pabst)
GUIÓN Ladislao Vajda (Teatro: Frank Wedeking)
MÚSICA Peer Raben
FOTOGRAFÍA Günther Krampf (B&W)
REPARTO Louise Brooks, Fritz Kortner, Francis Lederer, Carl Goetz, Krafft-Raschig, Alice Roberts, Gustav Diessl

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