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jueves, 18 de agosto de 2011

Garbo "La Divina"




La gran actriz, la divina, inconfundible, enigmática... Un 15 de abril, hace 21 años nos dejó la mujer que supo mantener el misterio durante más de 60 años: Greta Garbo.



Había nacido en Estocolmo, el 18 de septiembre de 1905 en el seno de una modesta familia de campesinos . Su padre, Karl Alfred Gustafsson, había dejado de ser un jornalero rural para convertirse en un trabajador municipal y su ocupación consistía en barrer escrupulosamente las calles de la capital sueca, tan merecidamente prestigiosas por su limpieza y pulcritud. Su madre, Anna Lovisa Karlson, había dejado atrás también su condición de trabajadora rural y se ganaba la vida en la ciudad como empleada domestica.

El barrio de Estocolmo en el que Greta Gustafsson nació y se crió se llamaba Sodermalm y era en los comienzos del siglo XX, un típico barrio sencillo y laborioso, habitado principalmente por gente proveniente del campo.

Cuando Greta tenía 14 años perdió su padre; tuvo que dejar el colegio para contribuir al sustento de su familia. Su primer empleo fue en una peluquería y más tarde, pasó a ser vendedora de sombreros en una importante tienda de Estocolmo.

Una de las imágenes más famosas de la Greta Garbo convertida ya en estrella total del firmamento cinematográfico, iba a ser aquella que la mostraba contemplando en una vidriera comercial un codiciado sombrero sobrio y espigado que parecía resumir la quinta esencia de la moda del París elegante. Era una escena de "Ninotchka", donde la heroína del film empezaba a sufrir los vaivenes de su profunda contradicción entre los dos extremos que intentaba regular su vida. Por un lado su fidelidad a la rigurosa ideología comunista, por el otro el creciente apego a las frivolidades y los símbolos más tentadores de la elegancia femenina. De un lado la hoz y el martillo, del otro, las deliciosas veleidades de la moda francesa. Quienes vieron la película seguramente recuerden la escena.


De su puesto de vendedora de sombreros pasó sin demasiada dificultad a integrar el equipo de modelos publicitarias que exhibían en la capital sueca los últimos adelantos de la moda. Tenía en aquel momento 16 años y cualquiera podía adivinar que su próximo paso sería como fue, el que la proyectaría de lleno, al pujante firmamento de la industria del cine, que en Suecia, estaba alcanzado un notable desarrollo.

Mientras se lucía como atracción, cada vez más notable en distintos cortos publicitarios de la época, la joven modelo tuvo la inspiración e intuición de matricularse en la Real Academia Dramática de Estocolmo, con el objeto de adquirir algunos rudimentos de interpretación teatral y sobre todo, para aprender a estar sobre un escenario. En la Real Academia conoció algunos de los directores escénicos más prestigiosos de la época, entre ellos a Eric Petscher, que le ofreció debutar en el cine. Filmó así su primera película titulada "Pedro el tramposo", rodada en 1922. Pero su verdadera consagración llegaría de la mano de quien era considerado uno de los impulsores más brillantes de la cinematografía sueca, en ese momento, Mauritz Stiller. Con él filmó "La redención de Gösta Berlina" en 1923, que significó un avance fundamental en su carrera, pues la familiarizó con un cine de elevado refinamiento estético.



Con ese antecedente estuvo ya en condiciones de trabajar con uno de los directores más importantes del expresionismo cinematográfico alemán, el austriaco George Wilhelm Pabst con quién Greta Gustafsson realizó en 1925, en Berlín, "La calle de la alegría". En ese mismo año, en 1925, el gran empresario Louis B. Mayer, uno de los legendarios fundadores de la "Metro Goldwyn Mayer", se presentó en Berlín como parte de un viaje destinado a explorar el mercado europeo, en busca de nuevos talentos para la cada vez más pujante industria de Hollywood. En la capital alemana, Mayer trabó contacto con Mauritz Stiller, cuya incipiente obra cinematográfica había tenido oportunidad de apreciar. También conoció a Greta Gustafsson que estaba filmando con Pabst,"La calle de la alegría". Cuando Mayer regresó a los Estados Unidos, llevaba en su bolsillo un contrato que vinculaba a los dos, a Stiller y a Greta con la "Metro Goldwyn Mayer". Y así el 27 de junio de 1925 Stiller y su actriz preferida, a quien ya había convencido de que adoptara el nombre de Greta Garbo, más adecuado a los requerimientos publicitarios de la época, se embarcaron hacia Nueva York. El destino final del viaje, obviamente, era California. Y en California Los Ángeles y allí Hollywod.

Así comenzaba la gran aventura que la iba en una de las máximas leyendas del séptimo arte. El debut de Greta Garbo en el cine norteamericano se produjo en ese mismo año, 1925, con la película "El Torrente", en varios países conocida como "Entre naranjos". A ese film le siguieron "El demonio y la carne", que marcó el comienzo de la vinculación de Greta Garbo con quien sería uno de sus directores preferidos, Clarence Brown. "Ana Karenina" en su versión muda, dirigida por el sueco Víctor Jostrow, "La dama misteriosa", "La mujer ligera" y "El beso", entre otras.

La década del 20, del siglo XX, marcó cambios significativos en la vida de Greta Garbo. Mientras ella recogía resonantes éxitos artísticos y comerciales, su descubridor Mauritz Stiller sólo cosechaba fracasos. Los biógrafos de la actriz atribuyen esos fracasos a la dificultad del actor para manejar los códigos de una industria que parte se deshumanizaba aceleradamente. Stiller no logró entenderse con los máximos conductores de la "Metro" y finalmente regresó a su país donde murió poco después de cumplir 45 años.

Con "El demonio y la carne", una de sus máximos éxitos, filmada en 1927, se incorporó a la vida de la actriz el conocido John Gilbert, con quien compartiría posteriormente otros éxitos. Pero la pareja Gilbert - Garbo se quebró ruidosamente con la llegada del cine sonoro. Es que Greta salió victoriosa del desafió que significaba incorporar a su múltiples encantos personales, el atractivo de su voz. Tal es así que su primera película hablada "Anna Christie", realizada en 1930, fue lanzada al mercado con un eslogan audaz: "Garbo habla". Y Garbo habló. Y su voz sobria, intensa y seductora, cautivó a las multitudes. La prueba de fuego de agregarle una voz a su ya mitológico rostro resultó un éxito en toda la extensión del mercado cinematográfico internacional. Para John Gilbert en cambio, la llegada del sonido, del cine sonoro, significó una verdadera catástrofe, su voz chillona y desagradable, resultaba inconciliable con su imagen de galán sobrio y viril. En 1934 en su imposibilidad de lograr que su imagen y su voz convivieran armoniosamente, John Gilbert se retiró del cine y murió olvidado dos años más tarde.

Greta Grabo se reponía con relativa facilidad de las perdidas que su ascenso a la fama le iba imponiendo. Era seguramente el precio ineludible de su acceso a la gloria. Con Mauritz Stiller se había marchado el hombre que había jugado un papel determinante en su carrera, con John Gilbert se había ido un colega y compañero de trabajo eficiente y leal. Pero había que pensar y sentir en dirección al futuro, no al pasado.

Muy pronto su instinto de actriz y de mujer la hicieron comprender que el más tradicional de esos aliados no iba a ser ninguno de los actores, directores o empresarios que la vida le iba poniendo al lado. El más trascendental de los aliados era ese misterio que espontáneamente se había ido generando en torno de su refulgente condición de estrella internacional. En realidad Greta vivía un romance arrollador y apasionado con ella misma. Y presentía que ese romance gozaría de buena salud, mientras ella fuese capaz de mantener ese clima fascinante de misterio, que flotaba a su alrededor.

Greta se había enamorado perdidamente de su personalidad enigmática, del misterio insoluble que los públicos del mundo entero percibían en torno a su figura de actriz y de mujer. Por eso defendió su misterio con uñas y dientes y cuando advirtió que ya no le sería posible sostener la muralla de silencio que había construido pacientemente a su alrededor, es decir cuando sintió que su romance con ella misma estaba seriamente amenazado, no vaciló en decirle adiós a Hollywood y a su carrera cinematográfica. Y se alejó de todo contacto con el mundo, con el periodismo, con la vida social, con todo aquello que pudiera exponerla a la curiosidad pública.

Tenia apenas 36 años cuando se recluyó en su departamento de Nueva York, en las vecindades del Central Park. Comprendido en una especie de claustro personal, más impenetrable e inaccesible que el de la más rigurosa orden religiosa de clausura.

Por supuesto, quedaron para la posteridad sus admirables películas, las ya mencionadas y las de la década del ´30: "Inspiración", "Romance", "Susan Lenox", "Cuando tú me deseas", "Gran Hotel", entre tantas otras.

Quedaron sus memorables caracterizaciones de "Mata Hari", de "La Reina Cristina de Suecia", de "Ana Karenina" en su otra versión, la versión sonora que dirigió Clarence Brown, y de "Las damas de las camellas" en la versión realizada por George Cukor. Y quedó sobre todo la certeza de que ya nadie en el mundo podría imaginar a la inmensa heroína del León Tolstoi o a la conmovedora Margarita Gautier con un rostro diferente al de esa maravillosa sueca, que un día cruzó el océano para que la vida se conjugara en blanco y negro y el amor fuera una ciencia a la cual se pudiera acceder desde una platea.

Un día Hollywood se preguntó si existiría alguna fuerza en el mundo capaz de hacer reír a Greta Garbo, a la diva inconmovible y seria, a la divina, y descubrió que sí, que había alguien capaz de esa proeza, era Ernst Lubitsch, el maestro universal de la comedia. En "Ninotchka" filmada en 1939, el maestro hizo reír a la Garbo. "¡La Garbo ríe!" Dijeron las gacetillas de prensa como antes habían dicho "¡la Garbo haba!".

Quienes vieron ese film seguramente recuerdan la escena: Greta Garbo esta sentada en la mesa de una confitería o de una taberna y estalla en una ruidosa carcajada cuando su galán, Melvyn Douglas, se hecha hacia atrás en su asiento en un gesto exhibicionista y altanero y él y su silla ruedan estrepitosamente por el suelo.

La última película de la Garbo filmada a principios de la década del ´40, fue "La mujer de las dos caras". En 1941 la actriz se retiró del cine y se encerró para siempre en su claustro personal de Nueva York, que sólo abandonaría de tanto en tanto para viajar a Suiza, a Suecia o a París. Según algunos, la actriz tuvo miedo al fracaso ya que su última película no tuvo muy buena acogida por parte del público.

Después de su retirada, algunos fotógrafos consiguieron captar su imagen para la eternidad. Ella siempre iba con un gran sombrero y gafas de sol o tapada con un pañuelo. Como muestra de este aislamiento auto-impuesto está la película de Lumet Buscado a Greta (Garbo Talks, 1984), en la que el protagonista busca a Greta para cumplir el ultimo sueño de su madre moribunda de conocer a su gran ídolo.

Murió muchísimos años después. Se retiró, como dijimos, en 1941 y murió el 15 de abril de 1990. Los medios periodísticos hicieron lo posible por quebrar su aislamiento, pero fue imposible. Su obstinado y fiel aliado, el misterio, ganó la partida. Greta se arrojó en los brazos de ese aliado y el abrazo duró medio siglo. Greta Garbo y Greta Gustafsson murieron juntas el 15 de abril de 1990 sin que ninguna cámara indiscreta se atreviera a vulnerar su impenetrable santuario personal.

Ni siquiera abandonó su retiro cuando la Academia de artes y Ciencias cinematográficas, en 1954, le otorgó el "Oscar" que nunca se le había otorgado y esta vez, por toda la trayectoria artística. La actriz no fue a retirar el premio, se dijo en aquel momento, que tenía un viejo resentimiento, porque el "Oscar" para el que había sido nominada en tres oportunidades nunca había llegado a sus manos.

Sobrevivió el misterio. El único amante o el único amigo en el que Greta sabía que podía confiar plenamente.

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